La hermandad del 9 y el asombroso debut de Joselu con España

Cuando Joselu alcanzó por fin el vestuario de la La Rosaleda el sábado por la noche después de marcar dos goles en cuatro minutos en su debut con España, repartió abrazos, se quitó la camiseta, abrió su taquilla y la depositó ahí arriba hecha una bola. “Esta me la guardo en oro…”, le dice al cámara de la federación que le sigue. A la mañana siguiente, en el entrenamiento antes de volar a Glasgow para jugar este martes contra Escocia (20.45, La1), tenía una idea más precisa de lo que hará: “La voy a poner en un cuadro. La voy a poner en el mejor sitio de casa”, dijo después de haber tenido que atravesar un pasillo de collejas como festejo de su hazaña.

La camiseta tiene un número, el 12, que no buscó, y que encierra una carambola que cuenta mucho de cómo ha caído este veterano que el lunes cumple 33 años en su primera vez con la selección. Era el número que sobraba. Los futbolistas escogen por antigüedad, y el delantero del Espanyol y David García, que no entró en la convocatoria, elegían al final. Antes iba Borja Iglesias, otro delantero, pero Luis de la Fuente también lo dejó fuera del banquillo. De modo que Joselu debutó con el número que iba a llevar uno de sus competidores por el puesto.

Pero se ha fraguado una complicidad rara e intensa entre los delanteros llamados por Luis de la Fuente, especímenes menos habituales en las listas de Luis Enrique. Una hermandad del 9. En la concentración se los ve a menudo juntos, con Morata y Aspas. Después del partido, ya en el hotel, Joselu escribió un tuit poco antes de la una de la mañana: “GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS. ¡Debut soñado!”. La primera respuesta, solo dos minutos después, la escribió Iglesias: “Grande Selu, lo mereces”. Estaba encantado con la asombrosa noche de su competencia, según fuentes de la federación: “El que más contento estaba era Borja”.

También Morata, a quien sustituyó el gallego nacido en Stuttgart. “Le cuidó mucho. Ha dado un paso al frente en clave capitán”, cuentan. Cuando el crono marcaba 80:31, Joselu entra al campo después de que Morata se detenga un instante con él: “Me da dos besos y me desea mucha suerte”. Dos minutos y 28 segundos después, cabecea a gol un centro de Fabián. Corre hacia el córner y se tira al suelo. Cuando se deshace la montonera que le cayó encima, Joselu se va a buscar a Morata, que entra unos pasos al campo. Se abrazan. Joselu lo levanta un poco: “Se alegra muchísimo”, dice el gallego. Ya en el hotel, retoman las conversaciones: “Estuve hablando con él por la noche, y la verdad es que ha ejercido súper bien de capitán”.

Antes del gesto cariñoso de Morata en el relevo, Joselu había besado otra cosa: “Las espinilleras siempre las beso antes. Llevo a mi padre en la derecha, que en paz descanse. En la izquierda, a mi mujer, mis hijos y mi madre. Es lo que siempre me da fuerzas”, contó aún sobre el campo.

Ellos estaban muy cerca, detrás del banquillo de España, llegados desde Barcelona pese a la incertidumbre de si lo verían jugar. Después de besar a su esposa, emocionada, se lleva a los niños a conocer la hierba: “¿Quién ha marcado dos goles? ¿Quién ha marcado dos goles hoy?”, les dice. “¡Túuu!”, contesta el mayor, mientras Joselu carga al pequeño en brazos.

Una fuente cercana a él cuenta que el futbolista atraviesa una etapa de felicidad familiar. Ahí nace buena parte del apoyo que le ha ayudado a atravesar años de frustraciones en los que la selección parecía algo inalcanzable. Aunque él no desesperaba. Ha mantenido un entusiasmo llamativo, que contribuyó por ejemplo a que sedujera enseguida este verano cuando llegó al Espanyol.

“Llega aquí y es como si volviera a empezar. Ha desarrollado un vínculo con el club muy grande, hasta el punto de que es segundo capitán”, cuenta una fuente del equipo. “Se ha hecho uno más desde su llegada, y esto no es tan habitual en clubes que tienen una identidad tan forjada a fuego lento como la nuestra”. Desde el principio quiso entender a los aficionados, conocer detalles de su historia como dónde se levantaba el antiguo campo de Sarriá. “Me ha sorprendido que la gente es muy intensa, y tenemos que intentar corresponder eso”, decía.

También a la selección llegó como si volviera a empezar. “Estoy disfrutando de la experiencia como si tuviese 18″, dijo hace unos días en una entrevista en este periódico. En la concentración también ha seducido con su trabajo, su profesionalidad y su talante, tranquilo, cariñoso y guasón. Hasta a sus competidores, esa especie de hermandad del 9 florecida con De la Fuente. Sobre todo él, que debutó y marcó dos goles en 4 minutos 15 segundos. “Era un día que había soñado muchísimo, pero en los sueños no era tan perfecto como esto”.

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